sábado, 2 de agosto de 2008

Memorias de mi secuestro.


Desde mi secuestro las cosas han cambiado rápidamente, he pasado de la oscura paranoia a la blanca luz de la temeridad. Declaro que ya no tengo miedo.
Cambiaron mis costumbres y hasta la forma de vestirme, ahora ya no hay exposición ahora hay protección. Todos son amenaza, pero declaro que ya deje la paranoia ya no tengo miedo.
Los acontecimientos sucedieron muy de mañana y como siempre inesperadamente: caminaba por la calle camino a mi trabajo cuando un golpe en la cabeza me alejo de mi rutina y de mi aparente paz, desperté en una cama amarrado de pies y manos. Escuchaba las voces y no distinguía bien las edades, olía a sangre y mi occipital izquierdo me dolía. Estaba amordazado y por lo mismo me era imposible quejarme del frío impertinente y de la fuerza con que me habían atado. Pensaba en protestar de alguna manera, pero mi cuerpo estaba bajo el yugo del plano horizontal y la fuerza de la soga en las muñecas y tobillos. Dormir imposible.
El silencio era espelúznate y la oscuridad de mis ojos abiertos era de pavor.
Fueron muchas horas las que tarde sin recibir información de mi situación. Los malos de esta película no daban razón y se sentía cierta tensión en sus platicas de guardias y estrategas. Distinguí dos voces de entre veinte y treinta años, también los irreales nombres de las voces: Nene y Chofo.
Por la amplitud de la voz y el rebote del eco sabia que estaba en un cuarto vacío y pequeño, olía a humedad y por el invierno bendito sabia que arriba de mi un techo zinc me cubría. ¿Pero que hacia con esa escueta e imaginaria información?
Ya eran mas de 24 horas sin saber nada e imaginaba la cara de mi madre, pobre mi viejita llorando a mares y mi padre igual sufriendo con sus ulceras de trabajador estatal y su lucha de clase media. El hambre había aparecido pero solo en el aspecto físico, mi estomago hacia ruidos que mi mente no podía controlar.
Apetito no tenia y la saliva se me había secado por completo, el pedazo de tela que desde hace 24 horas tenia en mi cavidad bucal había secado mi boca y mi garganta, empezaba a toser cada vez con mas frecuencia y eso desespero a mis captores. Entraron en silencio y una sola oración prendió mi oscuridad: “ Tus padres no quieren pagar” y luego volvieron a salir.
Sabia que mis padres no pagarían ni un solo centavo, no porque no me quisieran, que hartas pruebas de amor me habían dado a lo lago de 22 años, si no por la realidad económica que atravesábamos en ese momento.
Mi abuela había enfermado de cáncer unos meses atrás y los ahorros tanto de mi mamá como de mi papá se invirtieron vana pero siempre esperanzadoramente en las quimioterapias y tratamientos de radiación, vanas porque la abuela murió hace unas semanas. Ya no quedaba mas que el sueldo mensual de ambos y el mío para poder vivir decentemente, sin lujos en este país de terror.
Ahorros ya no habían eso lo sabia con toda certeza. Lo que ahora me preocupaba era la desesperación de mis captores, la sed de mi ser por un vaso de agua y ver la luz del mañana.

Esa mañana llego mas rápido de lo que pensaba, aunque debo de reconocer que había perdido el día y la noche. Entraron y con toda tranquilidad una voz mas ronca y mayor les giro instrucciones sencillas a estos maleantes: “ Quítenle la capucha, véndenle los ojos y denle de tragar a este cerote. Si empieza a gritar péguenle un vergazo y me lo duermen”
La orden amenaza la entendí claramente, con toda esa lucidez que la adrenalina hizo aparecer.
Horas mas tarde llegaron el Nene y otra nueva voz: “Este es el del jueves, los tatas no quieren pagar y el mero mero ya se esta desesperando.”.
Me quitaron la capucha y el pedazo de tela , rápidamente me colocaron un vendaje en mis ojos y yo tenia que hablar para sentirme vivo con esperanzas:
“ Mano déjeme libre yo no soy rico” y el puñetazo llego y sentí el sabor de mi sangre mojar mi boca seca. Luego del ladrillazo a la cara me tiro el vaso de agua en la cabeza y me preguntaba si tenia hambre, claro que tenia hambre, claro que tenia sed.
Me metió una tortilla fría en la boca, doblada en cuatro y me dijo “Disfruta el banquete cerote y no te ahogues que no me gusta cargar cerotes”
Me devore esa tortilla mezclada con mi sangre y dolía cada mordida y dolía cada bocado deglutido.
Luego cayo el sueño y dormí no se cuanto tiempo, siempre extendido en la cama forzado al amarre en posición de el hombre de Vitruvio. Ya habían pasado un par de días calculaba y llegaron los cuatro desconocido ya conocidos, entraron al cuarto y me desamarraron , no hablaron y me levantaban y me movían de la lado a lado, yo manso y sin ideas. Me sentaron y me amarraron de pies y manos, la nueva posición me dispuso a algo peor a algo que no había sospechado.
“Qué pasa les pregunte, qué pasa?’’ y la respuesta me la dio el frío de la punta metálica de una pistola, “Aun no pasa nada pero pasara” me contesto la vos ronca mientras yo sentía el frío del metal en una de mis mejillas.
Me dijo con toda tranquilidad: “ Le dimos un plazo a tus papitos y si no obedecen el plazo les mandamos pruebas para que sepan que estamos jugando” me quede callado y el silencio invadió el cuarto.
Salieron y ya afuera discutían que tipo de prueba mandar, a uno se le ocurrió un pie a otro una mano, y al jefe una oreja. “Una oreja” me dije y luego le encontré solución dejándome crecer el pelo y tapándome mi desgracia.
Allí me dejaron abandonado y sin mordaza. Realizaba mis ejercicios de respiración y hasta tarareaba una canción, preparaba discursos al mas puro estilo Hollywoodense y con mi lengua jugaba con mi reciente herida.
Volvía a cabecear talvez por el hambre, ya para este tiempo ya me había orinado en mis pantalones y mi camisa blanca la imaginaba roja o talvez marrón.
Antes del plazo establecido por el de la voz ronca llegaron el Nene y el Chofo y me amordazaron, me desamarraron de pies y manos y luego me dijeron en voz baja pero siempre rancia y despectiva: “Te vamos a mover, así que calladito no se me porte estupido que no lo quiero tirar al barranco. ¿Me entiende o se lo repito?”.
Y así fue como me trasladaron de un lugar a otro, fue un viaje como de veinte minutos por carretera rápida y luego por terraceria, me metieron en el baúl del carro y en el trascurso del viaje escuchaba la música de una radio popular.
Tocaban los éxitos de merengue y salsa y los anuncios radiales. Tenia una bocina en mi espalda y la vibración me hacía saltar. Bajaron el volumen del radio hasta llegar al lugar, al parecer le costo mucho estacionarse por su avance y retroceso, abrieron el baúl me cargaron y me arrastraron unos cuantos metros y luego me tiraron al suelo.
Ya no escuchaba el techo de zinc y el frío era mucho menor, pase de estar sentado a acostarme y luego boca abajo, me estiraba. En esas gracias estaba cuando me llevaron comida : un banano y dos tortillas con frijoles.
Al parecer Chofo era mas humano y me decía: “Tranquilo come rápido, toma agua ya te vas a ir, tranquilo” “Gracias, gracias” le decía.
De madrugada llegaron y me levantaron, el Ronco como bautice al de voz mas fuerte me dijo “Te vamos a llevar a otro lado pero te llevas un recuerdito”
Y así me empezó a pegar, en la cara en el estómago, nuevamente en la cara y así por una eternidad minima.
Luego uno de esos golpes me mando a dormir.

Me despertó un perro que me ladraba sin descanso, estaba metido en algún charco y la humedad en mi pantalón y mi camisa la sentía con alegría.”Estoy vivo “ celebraba.
Luego llego un niño y llamaba con gritos a sus padres, ellos llegaron corriendo. Mientras me desataban y me quitaban la mordaza llamaban a los demás habitantes de esta comunidad. Abrí los ojos y abrace a la gente, y ellos a mi.
Me levante con dolor, y mis quejidos me sentaron en una carreta de mano y me llevaron a la comisaría local. Estos prendieron la sirena de la auto patrulla y luego de las preguntas de rigor y las llamadas oficiales y necesarias me reunieron con mi familia, llego la prensa y los flashes me perturbaban, me molestaban, yo lloraba con mis padres y luego al hospital donde luego de suturas, anestesias, rayos x y demás procedimientos me detectaron varias fracturas, incluidas la de la cabeza, la nariz el pómulo y tres costillas.
Así de fácil me secuestraron, así de fácil me soltaron y así de fácil acabaron con mi miedo. Lo único complicado es la recuperación. La física y la mental.

@ In solidarity with all the cases Guatemala has suffer of this caotic situation.
Cristian Mejía en el siglo del terror:
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4 comentarios:

zcgt21 dijo...

La triste realidad es que tu relato es tan cierto, cuanta inseguridad vive nuestro país, vivimos con miedo, la paz es solo un recuerdo que vive dentro de nosotros solo es un sueño que se esta convirtiendo en pesadilla.

Unknown dijo...

Que increible y conmovedora tu historia, no me imagino en una situación similar, ojala que tus heridas emocionales sanen de poco en poco, aunque sabemos que la situación en este país es cada vez peor. Saludos y un abrazo!

Anónimo dijo...

Tengo 30 y 15 de ellos fuera del pais, es triste como ha cambiado y cada vez que regreso todo es mas gris. Este relato me lo conto (claro que solo algunos datos) un amigo que fue secuestrado en esos secuestros de una noche o de pocos dias. Da pena que el caos invada el pais. Gracias, Zcgt21 y Misifusi.

JAVIER CATANZARO dijo...

estuve tres horas secuestrado, en un departamento en Wilde, cualquier cosa fue viable para alejarme de mi hijo, cuando sucede esto no es librado al azar, esas tres horas me costaron casi dos años sin salir de mi casa, hace dos años que los busco incesantemente una vez recuperado.