El manojo vivía incomprendido por su aspecto y alegre con su olor y verdor, sus patas blancas se le llenaban de tierra negra, tan limpia como su alma. Llegó el día de morir y trató de morir con dignidad, y lo lograba pues el verdugo lloraba cada vez que ejecutaba a cada miembro del inolvidable manojo.
Se estrellaban en las brazas, rojitos, marrones, negros quedaban. Calientes de rabia se los llevaron, se resistían y quemaban a sus captores, también morirían pero aplastados por el arma de madera.
El músculo ajeno, claro , se volvía apetecible, como nalga de mujer sensual. Lo bautizaron de mañana y a veces de noche con menjurjes secretos y con pociones divinas. Lo prepararon para su tortura, a fuego lento cargaría con el tormento, cambiaria de color, de forma y hasta de sabor, perdería su sangre y al final esperaría el complemento que en vida nunca logró.
Nacieron de la tierra y murieron antes que el resto. Revivirlas como siempre era lo difícil las bañaban en cal mientras las cocían luego las limpiaban con agua fresca antes de aplastarlas entre piedra y piedra. Al final nacerían en un comal, como pequeñas islas que visitarían los pequeños granos de comensales hambrientos.
Sent from my iPhone Cristian Mejía. Time: 03:34am
Cristian Mejía en el siglo del terror:
Imprimir
Imprimir
4 comentarios:
Un megraabrazo!
Igual para ti, ya tenia muchoooo tiempo sin saber de ti, espero que el mundo se confabule a tu favor.
Qué creativo, Cristian.
Apapachos
Nancy: que bueno que te agrado el banquete (snack). Abrazos :0)
Publicar un comentario