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Me fui a buscar otros poemas otras rimas otra prosa, sin saber que en mi interior viajaba la eterna y bella creación, la que cada día con cada amanecer me regalaba una nueva canción un nuevo himno, alegre, fresco, limpio y esperenzador. Me fui a buscar creación cuando solo tenia que abrir mi corazón.
Nunca fue tocada por el aguijón masculino, nunca tuvo esos sueños eróticos, exóticos ni de juventud en celo. Era inocente pero la gracia de un tropezón se encargo de abrirle las piernas y jurar amar un nuevo ser que llegaría de allí… de sus entrañas, de las mismas que crujirían con esos esporádicos periodos menstruales. Nunca fue tocada.
Soñaba eso si, con sapos, con mapaches, con ardillas voladoras y con criaturas de bosque. Soñaba con lo que leía, con lo que las letras dibujaban y con lo que los libros guardaban, con sus colores, con sus aromas, con esa dimensión que se le abre al buen lector.
El caso es raro, rarísimo diría el búho que le platico en el bosque azul. La pañoleta que cubría su frente se le desato un día mientras caminaba por un sendero tranquilo cercano a su casa, el viento hizo desaparecer la pañoleta amarilla, volaba y se perdía mientras la luna caía y el frío calaba la piel. La pañoleta dejaba de verse mientras la criatura de inocentes ojos la buscaba, como se busca a una mascota perdida y querida.
Ella y no la pañoleta aparecieron dos días después con la fiebre en la cabeza y la alegre noticia. Se dedujeron muchas cosas, se planearon otras mas y hasta una osada e infeliz vieja dejo entrever la opción del aborto, el delito consumado y los frutos por venir.
Las hojas se llenaban de letras a pocos días del nacimiento, ella no dormía y el color y el aroma de esos dos días de desaparición los colocaba en su bicho, en su engendro inigualable, en su obra maestra de sueños de niña. Así nacía la historia de un conejo en prisas, de un gato obeso y de la tacita de té, así nacía esa nueva maravilla.