martes, 8 de enero de 2008

Me dijo que no, y ella quien se cree!

La encontré sentada en la banca fría de un parque obscuro y gris. Los viejos cipreses se mecían lentamente, con la pereza del tiempo en peso, la basura volaba y el pelo negro lacio se levantaba con el helado viento que sin ser violento era sensible y trascendente. Ella al igual que el borracho que acostado y enrollado bajo la banca vecina dormía, se veían agredidos por aquel fenómeno, pálidos casi muertos de frió, ella con un vestido azul de veladora de santo y el con la ropa de trabajo de ejecutivo modesto, zapatos de cuero y correas desatadas, estaba casi muerto.
Estaba desprotegida había llorado toda la noche y sus ojos castigados por la sal habían perdido su bello color original. Era joven decía vanidosa y seria pero en unas horas había envejecido tanto que le empezaron los achaques.
Hablaba poco y me costo sacarle conversación justa, le acaricie las manos; sincero, las escondía en su regazo; con precaución. Me contó de su novio el apostador, el que la había usado toda la noche sin descansó ni compasión, mientras jugaba a la baraja y a los dados,(el) gano mucho dinero esa noche y luego se embriago y entre onza y onza y botella y botella, se olvido de ella y ella de el. Termino perdiendo la cabeza y la fortuna, termino perdiendo el la dignidad y ella a su novio de una noche.
Le roge que se fuera conmigo, que yo no abusaría de ella, que seria un buen hombre, mas noble talvez. Con mirada tajante me dijo que no. Le pregunte adonde iría me respondió que esperaría a que el día aclarara para seguir caminando con alguien mas. Me dijo ya casi al final con serenidad: que si buscaba fortuna, trabajara mas, que ahorrara mas y no me fastidiara en comprar lo que no necesitaba. Ya cuando el borracho se levantaba estupido aun por el exceso de alcohol, y molesto por el tenue rayo de sol que apago su oscuridad, ella se levanto y yo le pregunte su nombre, Me dijo: Suerte y espero no verte, para no causarte daño como a este amigo que ahora sigo, te tendré en algún recuerdo, esporádico y breve, en una moneda o en algún billete, nada que sea fortuna, a este pobre que ahora persigo, lo dejo en cuanto ponga las pies en la tierra, me enamore de su loca alegría de apostador, de su riza picara de afortunado, pero su futuro sin base y su poca cabeza, me quebraron el corazón.

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